jueves, 20 de mayo de 2010

Geografías de la piel.

Ninguna Ítaca se compara a la que llevamos impresa en el cuerpo, o a aquella que reconocemos en el cuerpo ajeno, aquel que jamás ha de pertenecernos y que, sin embargo, se muestra tan nuestro en el momento de compartirse, en el instante insólito en que los nombres son arrancados de su más latentes superficies para quedar sólo el abrazo.
Uso común entre lo guerreros de cualquier época es el contar las heridas, el lucirlas ante el primero que se ponga en el camino, como prueba indudable de las batallas libradas y sobrevividas. El amante, por el contrario, es prueba mortal de discreció, jamás mostrará sus heridas por más que sepa que se encuentran a flor de piel, que son físicamente notorias y dolororas. El sufriente, podría decir: mira, aquí sobre mi pecho se nota la ausencia de ella, aquí fue el último resquicio que guadó su aliento, aquí su aroma. Y sin embargo, lo calla, porque su silencio es otra forma de andar el recorrido, de lanzarse a la travesía sin atarse a mástil alguno.
Recién en mi pierna izquierda reconozco una nueva geografía: un tatuaje. La decisión de hacerlo fue muy difícil, pues, con su llegada el cambio de piel, de alma toda es definitivo, me reconozco otro, y el territorio que cada trazo conlleva me recorrerá la sangre en lo que me queda de vida.
Lugar receptor de caricias, de sudor, de torturas, de calamidades y terremotos, la piel se abre se muestra toda y se vive cuerpo.
F de L.

jueves, 6 de mayo de 2010

DÍA UNO (Bitácora de ausencias)

Imagino una Ítaca lejana, móvil. Ausente por el simple hecho de nombrarla. Una Ítaca que hace arder en deseo profundo al que la pronuncia, al que atreve el trazo sobre la carta de navegación. Ítaca es una promesa que jamás debe cumplirse, o, para mejor cumplirse en el momento final de la existencia, el que alcanza sus costas debe saber cerrar los ojos al apenas percibirla; ya lo guiará el tacto, el perfume de esa Penélope tan conocida y nunca encontrada, lo guirá la Ítaca, brújula de todo el camino.
Ítaca es la verdad, a ella aspiramos, nos comprometemos, pero nos guía la duda, el temor y terremoto de jamás volver a ella. La única certeza es el compromiso para con el camino. La pasión con la que se enfrenta las tormentas, los cantos de sirenas atolondradas y festivas, los naufragios es fuente y motor, viento en vela. En el camino a Ítaca la duda prevalece allí donde la fe y la esperanza mueren, es decir, donde nace la libertad.
Pero las Ítacas se desvanecen, en tiempos en que los héroes enfrentan el atardecer, en el que la cotidianeidad les condena a convertirse en figuras de aparador, la imagen de las Ítacas es borrosa, sus playas barro seco y a punto de quiebre.Pero navegar en sus rumbos, su anhelo, es más que nunca actividad vital, necesidad que florece apenas el temor le hace marcitarse, ya lo cantó Kavafis:

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.



Ítaca aparece en el camino, ahí, serena y anhelante, entre la bruma se distingue la mirada de Penélope como faro guía... algo golpea el timón, la nave da la vuelta... Ítaca se pierde en la distancia... ya habrá tiempo para volver...

F de L